Para este trabajo super-ultra-recontra-frugal sólo conté con este objeto que llegó a mis manos y cuya función real no tengo del todo clara:
¿Es la rejilla de un horno? ¿Es una parrilla? Me parece que me quedo más con lo primero. Aunque poco importa porque tanto una cosa como la otra, mucho se alejan de la función que yo le dí.
¡Revistero!
Como es una rejilla muy oxidada se puede pintar. Pienso que probablemente quedaría muy bien de blanco, pero en mi caso se confundiría con la pared, por eso la dejé al natural, con tooooodoo su óxido.
Y no conforme con tanto óxido, elegí para colgarlo un alambre que estuvo unos cuantos meses afuera y, por lo tanto, también pasó de gris a marrón rojizo. Lo retorcí un poco para darle más estilo (y disimular que ya estaba bastante irregular cuando lo encontré) y di dos vueltas alrededor de la primera varilla del revistero.
En el momento de colgarlo, me di cuenta de que quedaba horrible porque se veía el clavito en la pared. ¿Solución?
Una rosa de tela como las de la semana pasada.
Como es de esperarse, no resiste toda una colección de revistas, pero sí para contener una o dos que queremos tener a mano. Y además de esta función, sirve de ayuda memoria...
...para tener cerca un bonito anotador...
...o para lucir algún adorno estacional... Las posibilidades son muchas y dependen del gusto de cada cual.
De esta manera, participo en el encuentro frugal al que su anfitriona, Marcela del blog Colorín Colorado, nos invita cada semana.
¡FELIZ FIN DE SEMANA!