Una cosa es segura: este cajón tipográfico que me regalaron el año pasado me hizo transpirar. Lo recibí así:
La madera de atrás (que todavía sospecho que no es madera sino un cartón muy duro) estaba fuertemente clavada con numerosos y chiquititos clavos que no pude sacar por nada del mundo. Lograrlo hubiera significado sacar pedazos y a su vez estropear la madera de los compartimentos.
Desistí entonces de sacarle ese fondo. Lo miré, lo volví a mirar, le saqué fotos. Todo eso después de haberlo tenido guardado durante meses.
Y decidí comenzar pintando con cetol color nogal (¿cómo se llama genéricamente el cetol, para no tener que decir cetol?). Esto realzó la madera ya que no era mi intención pintarla de ningún color sino mantenerla porque me gustaba así.
Después me dediqué a pintar los "cuadraditos" uno por uno. Tooooooda una odisea que me llevó más o menos dos meses porque trabajaba un ratito y terminaba abandonando con el cuello contracturado.
Decidí pintar algunos color nogal, otros con acrílico blanco antiguo (el blanco puro me parecía demasiado chocante para combinar con la madera) y al resto, les pegué papel... ¡¡¡¡Otra odisea!!!!
Pasemos, sin anestesia, al resultado final (del proceso de medir, recortar y pegar papelitos les debo las fotos, eso sí lo hice todo en una tarde y mi cuello aún no vuelve a ser el mismo).
En esta etapa sí me detengo y saco fotos hasta de cabeza... Es mucho más divertido que medir con exactitud para que cada papel quepa justo dentro del apretado compartimento.
Pero valió la pena ese esfuerzo para poder disfrutar de cómo quedó. Sin tanta minuciosidad, no hubiera sido posible.
Los tonos de papel que elegí son rojo, turquesa (mi sabida adoración) y natural. Todos comparten el hecho de tener algún tipo de escritura y hay alguno que es totalmente diferente a propósito para cortar lo monótono.
En esta oportunidad, lo decoré con cosas del mar que me ha traído mi hermano de viajes y otras que junté por estas costas. No quise poner más para no sobrecargarlo. Pienso que la gracia está más en lo vacío que en lo lleno.
También me lo imagino con otras pequeñas colecciones de objetos, cosa que como siempre, depende de los gustos de cada uno.
Con mucho apuro, llego a anotarme para participar después de un montonazo de tiempo del finde frugal de Marcela. La frugalidad de hoy es económica pero no de transpiración. En el cajón y su restauración no gasté un solo peso, aunque no haber podido sacar la madera de fondo me llevó a un increíble gasto energético, del cual, por supuesto, no me arrepiento en absoluto.
¡FELIZ FIN DE SEMANA!