Durante mucho tiempo, en mi adolescencia, me dediqué a hacer cuadros con hojas y flores prensadas. Para obtenerlas tenía una prensa de madera... hecha con dos prensas de matambre unidas... pero también en los libros iba dejando hojas y flores entre las páginas. Y por último, una tía que con toda la delicadeza y el cuidado del mundo, se ocupaba de prensar para mí las flores más hermosas y difíciles.
Con el tiempo dejó de interesarme este hobbie, pero cuando abro un libro y me encuentro con la sorpresa de una hoja o una flor guardada hace ya bastantes años, me invade la nostalgia de recuerdos tan lindos. Con algunas que encontré hace poco, hice esta corona que aquí comparto.
Como se ve en las fotos, no todas son flores u hojas prensadas, también integran la improvisada composición, diversos frutos que he juntado y que todavía se conservan en alguna lata, frasco o caja.
En eso no he cambiado ni un poco desde mi adolescencia e incluso desde mi niñez, porque me resulta imposible resistirme a estos maravillosos tesoros de la naturaleza como un fruto, una pluma, una piedra, un caracol, una ramita seca... Y aunque ya no hago cuadros, sigo guardando también alguna hoja o una flor entre las páginas de un libro, solamente para olvidarme... volver a encontrarla más adelante... y sonreír con la sorpresa.