El post de hoy no es sólo sobre un mueble vajillero antiguo reciclado porque viene con anécdota incluida, lo que hace que no sea un mueble común y corriente.
Perteneció a la casa de mi abuela paterna, en el campo, adonde iba con mi familia los veranos de mi infancia. Durante ese tiempo era muy diferente, pintado de marrón oscuro y con vidrios trabajados en las puertitas, uno de lo cuales perdió en un incidente que quedó para el recuerdo familiar.
Yo era muy chiquita, así que me acuerdo de esta historia por la cantidad de veces que me la han contado, pero mi propio recuerdo es muy poco...
Estábamos en la casa del campo por almorzar y mi mamá me mandó desde la cocina a buscar algo en este vajillero, que estaba en el comedor. Allí se guardaban, como ahora, platos, vasos, utensilios, frascos o latas con arroz, fideos, azúcar... Todo bastante rompible.
Cabe destacar que la parte superior del mueble, antes como ahora, está apoyada sobre la parte inferior, de modo que son dos partes independientes.
Lo que mi mamá me mandó a buscar, estaba en la parte superior. Y yo, en lugar de ir a buscar una silla para subirme porque como era chiquita no llegaba, y porque tenía la costumbre de trepar a todos lados, intenté "escalar" el mueble, supongo que apoyando una rodilla en el medio y agarrándome de arriba.
Desde la cocina, se sintió el tremendo estruendo porque en esta operación la parte superior del mueble se vino al suelo conmigo. Literalmente, me lo tiré encima.
Imagino que el susto de mis padres habrá sido tremendo. Levantaron el mueble y me sacaron de abajo, entre vidrios, loza rota, arroz, fideos, azúcar y demás cosas que estaban guardadas allí.
Por supuesto que salí asustadísima y llorando, pero sin el más mínimo rasguño. Bien se dice que los niños tienen su propio Ángel de la Guarda.
Mi abuela le regaló el mueble a mí mamá, y como recuerdo de esa vez, tuvo mucho tiempo, uno de los vidrios de las puertas roto, el otro se salvó.
Finalmente, mi mamá lo recicló y actualmente, se luce en este ambiente.
Está en un lugar que visito seguido, y por supuesto que cada vez que voy a buscar un plato, un vaso o una taza... recuerdo ese día en que tuve la loca idea de treparlo y se me dibuja una sonrisa.