miércoles, 27 de septiembre de 2017

PALLET RECICLADO

En mi lista mental de cosas que me gustarían tener, tenía anotado un pallet. Sisi, nada más y nada menos, porque en el mundo del reciclaje... ¿quién no deseó alguna vez tener un bello pallet y transformarlo en una estupenda mesa ratona para el living o un sillón para la galería? (creo que el navegar tan seguido por Pinterest me está afectando).

En fin... mi hermano cumplió mi sueño regalándome uno hace unos meses. Obviamente que no daba para hacer un mueble, pero sí para usarlo como soporte para macetas (una vez más yo con temas jardineros) colgado en la pared.




La primera medida fue lijarlo para suavizarlo un poco ya que la madera es muuuy rústica.


Luego, simplemente lo pinté con protector para madera color nogal, porque me parece que el color oscuro va mejor en la intemperie y además combina con un banco de madera que tengo en ese color (en el que está apoyado el pallet).



Una vez listo, marido colaboró colgándolo en la pared y yo ubique las macetas. Primero probé unas que son muy lindas pero en realidad están en otro lado donde me gustan más.





Y luego puse las que pensé para ese espacio. Debo decir que cuando quise comprar los aros que vienen especialmente para colgar macetas casi me caigo de espalda así que la opción fue fabricarlos con alambre (los dos que se ven en las fotos anteriores los compré anteriormente en otra ciudad).








¡Listo! El sueño del pallet hecho realidad, jeje! Ahora cuando abro la puerta que va hacia el patio, ya no veo tanto la pared medio descascarada, sino una especie de cuadro formado por la combinación de la madera, las plantas y los objetos decorativos que coloqué. 

Así comienzo a cambiar mi paisaje.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

TRANSFORMACIÓN A GRAN ESCALA

Bueno, bueno... capaz que exageré y la escala no es taaan grande, es, digamos, mediana... En fin, empecemos por el principio.

Hace unos tres meses marido y  yo nos mudamos, no sólo de casa sino también de ciudad, aunque a una ciudad que ya conozco casi de memoria y en la que, en parte, ya vivía por venir a estudiar todas las semanas. A pesar de eso, lo viví como un enorme cambio que todavía me está costando aceptar. No sé si extraño la otra ciudad, o la otra casa, pero lo que sí sé que extraño es el jardín que dejé. Pasé de casi 400 metros cuadrados de loma, pasto y árboles a un patio embaldosado con las paredes descascaradas, de no más de 20 metros cuadrados. Si bien está planeado para ser algo pasajero, el mientras tanto me hace sentir como leona enjaulada la mayor parte del tiempo. 

La cuestión es que en un día de nostalgia me puse a mirar fotos de hace unos años y me encontré con que éste fue el panorama que encontramos (y que aceptamos) en la anterior mudanza. Ya un poco me había olvidado, pero así era inicialmente mi jardín.


 

Muestro las fotos así, con toda su crudeza y fealdad. Nunca las hubiera mostrado si no fuera para compartir mi experiencia de cuánto se puede lograr con esfuerzo, y obviamente a bajo (mínimo) costo monetario porque la situación no permitía ponerse a invertir en paisajismo y además, quería hacerlo yo misma (con ayuda de marido por supuesto). El tiempo empezó a pasar y de ese estado inicial, unos aproximadamente cuatro años después, esa parte del jardín se convirtió en esto...








Las fotos del cambio son una recopilación de la última primavera y del último verano. No sé si se nota o lo noto sólo yo porque conozco el lugar, pero las fotos reflejan exactamente el mismo espacio antes y después de la transformación. Ésta es sólo una parte, pero de la misma manera, a puro pulmón, hicimos lo mismo en casi todo el terreno, desmalezando, sacando inmensos árboles secos o en mal estado, salvando otros, plantando, poniendo césped, etc., etc. Para mí, la satisfacción es enorme, así como es enorme la nostalgia de haber dejado este espacio que tanto costó construir y en el que puse tanto de mí misma. 



Encontrar esas fotos, me sirvió para tomar conciencia de lo que soy capaz, de lo que cada uno es capaz siempre y que a veces, entre el día a día de la vida uno no dimensiona y se termina diluyendo en lo que diariamente hay que resolver. Entonces pienso que ésta sí ésta es una transformación a gran escala, la transformación que ocurre a nivel personal, muy adentro, porque construir un jardín o llevar adelante cualquier proyecto despierta capacidades dormidas, o que creíamos que no teníamos, y fundamentalmente, siempre resulta en aprendizaje, el cual por supuesto, transforma. 


Y entonces, como sé de lo que soy capaz, dejo a un lado la nostalgia y comienzo a imaginar y poner manos a la obra en mi nueva realidad, ese patio chiquitito que constituye un nuevo desafío, y un lienzo en blanco en el cual plasmar tal vez, una obra de arte.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

UN BOSQUE EN LA COCINA

A fines de Abril, motivada por una de las materias que estaba cursando en la facu -Morfología y Anatomía Vegetal- sembré cinco semillas de Ginkgo biloba (hermoso árbol de gran porte que creo que es conocido por todo el mundo)

En una bandejita de plástico con tierra coloqué las semillas, las regué y tapé con un nylon (un pedazo de bolsa) que ajusté con una bandita elástica. Nunca más las toqué hasta aproximadamente un mes después cuando no pude con mi ansiedad, destapé la bandeja y extraje las semillas para comprobar su estado... Para mi gran sorpresa, estaban germinando. Volví a acomodar todo y, unas semanas más tarde, uno de los ginkgos empezaba a empujar el nylon. Poco a poco, aparecieron los demás.


Cuando crecieron un poco pasé cada uno a una maceta individual.



De los cinco, me pasó que uno se me quebró transplantándolo (una torpeza de mi parte, hay que decirlo), otro se lo regalé a mis papás y los tres restantes... forman un "bosque" en la cocina.



Si bien las fotos son del mes de Julio, no hubo cambios desde entonces. Cada ginkgo tiene tres hojas y así quedaron. Me parece a mí que de alguna manera detectaron que era pleno invierno y detuvieron su crecimiento. Así que tengo esperanza de que cuando empiece un poco el calor de la primavera, continúen creciendo.


¿Qué tendría que tener en cuenta alguien que quiera hacer lo mismo que yo? Nada en especial. Un sustrato húmedo permanentemente (por eso tapé la bandeja con un nylon así no se secaba la tierra), ya que lo esencial para que se desarrolle el embrión de una planta es la imbibición (entrada de agua a la semilla), una temperatura más o menos agradable y una buena dosis de paciencia. 


Cuando escucho la frase: "hay que tener mano verde, yo no la tengo y soy un desastre con las plantas" siempre reniego porque pienso que eso es mentira o, en todo caso, una gran excusa. Para mí se trata de conocimiento, interés, ganas, observación y paciencia, nada más que eso. Y con conocimiento me refiero no sólo al que se aprende en los libros o en una clase sino también al que se logra después de probar mil veces algo sin lograr buenos resultados, hasta que la vez mil uno es la exitosa, es decir, la experiencia y la observación atenta son una gran fuente de conocimiento. Por eso, la mano verde, no existe.
Y también está el factor azar, no todas las semillas que uno siembre van a germinar, no todas las plantas que germinen van a llegar a adultas, no todas las plantas que lleguen a adultas van a florecer y a dejar fruto (no lo digo yo, lo dijo Darwin hace más de 150 años). Saber eso y aceptarlo es parte del éxito.
 

No sé qué va a pasar con mis G. biloba. Sí sé que, por ahora, tengo un bosque en la cocina :)

P.D.: Ya que estoy y que me metí en un tema de Biología... Cuando se nombra una especie por su nombre científico, como Ginkgo biloba, éste consta de dos partes, la primera es el género (Ginkgo) y la segunda es la especie (biloba). Se llama nomenclatura binomial y fue ideada por Linneo en el siglo XVIII. El nombre de una especie siempre se escribe en letra cursiva o se subraya, cuando la especie se nombra por primera vez se escriben ambos nombres y todas las demás veces que se nombra se abrevia el género y se escribe la especie, por ejemplo: G. biloba. 

martes, 5 de septiembre de 2017

DEL JARDÍN AL LIVING

Comienzo esta semana (un poco a destiempo porque ya es martes) con aroma a fresias silvestres, uno de los que más me gustan. En esta época del año ellas invaden el jardín...


  

Para darle la bienvenida a Septiembre, reúno un simple ramo en mi infaltable florero de siempre para decorar mi living y que el dulce aroma que anuncia la primavera también invada mi casa...





¡FELIZ SEMANA!