Una de las cosas que hice este verano fue renovar algunas de las macetas de mis suculentas. Pasa que con el tiempo van llenándola y comienzan a lucir desprolijas. Un caso extremo es el de estas echeverias...
que estaban en un estado deplorable, apiñadas en una maceta que les quedó chica e intentando en esas condiciones crecer, por lo que tenían tallos largos y retorcidos y las rosetas bastante deformadas (me olvidé de sacar foto previa).
La medida que tomé fue bastante drástica, pero productiva. Las "decapité" a todas dejándole un tallo con longitud suficiente para poderlas plantar. Lamentablemente, tuve que descartar algunas rosetas que no tenían salvación, chiquitas, deformadas, secas.
Para volverlas a plantar, no usé ninguna maceta sino una lata de dulce de batata, redonda y chata que me pareció ideal para alojar mis plantitas. La pinté con pintura sintética para que no se oxide (o al menos para que no se oxide tan rápido). Es de un color aguamarina con el que el año pasado pinté dos sillas Quilmes que reciclé. Mientras pintaba, me di cuenta que el pincel no estaba del todo limpio así que, el etéreo aguamarina quedó veteado con un poco de la pintura oscura que tenía el pincel. Pero bueno... cosas que pasan... tan mal no quedó... (esto es puro autoconvencimiento).
Realmente el procedimiento funcionó porque las sucus mejoraron, comenzaron a crecer y más vale que me vaya al almacén a pedir otra lata de dulce de batata porque pronto voy a tener que transplantarlas de nuevo. Además, ya que estaba con el pincel en la mano, transformé en macetas dos latas de durazno y enseguida planté sus nuevas ocupantes.
Y como ya no me quedaban más latas por pintar, pero sí más plantas que plantar, usé esta fuente de melamina blanca cuyo fondo se rompió y ya no servía como tal.