Se termina Enero y mi sensación es que quisiera atarlo al borde del almanaque para evitar que se vaya. Me imagino que no debo ser la única con este loco pensamiento...
A pesar de eso, lo despido contenta porque lo aproveché bien. Una de las cosas que hice fue reciclar un marco de cuadro que tenía arrumbado sin destino desde que lo encontré al mudarme a esta casa, hace unos cuantos años ya.
Veamos primero cómo era antes...
Lo que no se ve es que las maderas estaban un poco flojas así que lo primero fue solucionar eso simplemente martillando un poco los clavos que tenía. Luego lo lavé bien, lijé un poco y pinté de color gris azulado o celeste grisáceo, no se bien cómo definirlo...
Dos manos nada más porque quería poder lijar y que aparezcan el blanco, azul y la madera originales que habían quedado abajo. Así lo hice y quedó tal como me lo imaginé: con un desgaste que saca a la luz lo que fue.
Ya me resultaba bonito lucirlo así, sin embargo, sobre la marcha (en general no tengo claro desde el principio lo que quiero hacer cuando se me ocurre reciclar algo, o intervenir cualquier objeto) pensé: ¿y si lo convierto en espejo?
Éste sí es el resultado final... Me encantó hacer este trabajo, para nada difícil. Sin embargo, lo que sí me costó un montón fue tratar de que la cortina de la ventana que se refleja en el espejo se quedara quieta mientras yo sacaba las fotos. El vientito del norte hacía de las suyas y, a su modo, quiso ser retratado.